AlosPiesdelAmo

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martes, 22 de enero de 2013

Repasando mis votos

Mi señor,

Durante este tiempo de adiestramiento y prueba como vuestra sumisa, muchos han sido los momentos de duda y resistencia, de cuestionamiento y errores repetidos, y por lo tanto mucha ha sido la disciplina debidamente impuesta y recibida, pero ha sido mucho mayor el placer obtenido de vuestro buen hacer en formas e intensidades desconocidas para vuestra sierva.

Tras nuestro primer encuentro me pedisteis redactar unos votos donde concretara mi entrega consciente y voluntaria a vos, y lo hice, pero bajo vuestra tutela he tenido que revisarlos en repetidas ocasiones, y creo que el inicio de este espacio de diálogo abierto es un momento oportuno para repasarlos nuevamente…

“Mi señor, soy vuestra esclava y como tal os venero.
Mi cuerpo, mi voluntad y mi deseo son vuestros, usadlos a placer.
Recorred mi piel con suavidad o dureza, 
pues agradeceré las marcas que me dejéis.
Besad mis ojos, lamed mi boca, morded mis pezones…
las partes de mi cuerpo que bauticéis con vuestra saliva serán benditas.
Ordenad que me engalane o me desnude, que me incline o me exhiba para vos,
yo me excitaré ante la proximidad de vuestro tacto,
me mojaré al roce de vuestra piel y al olor de vuestro deseo,
me dejaré hacer y gritaré de placer satisfecho.
Poseedme donde os plazca y si me resisto tomadme a la fuerza,
porque no me es lícito negaros nada.
Regadme con vuestra sabia, esparcidla por mi rostro y mis pechos,
por mi vientre y mi sexo, dádmela de comer para que pueda saborearos.
Atadme, azotadme, amordazadme,
cualquier cosa que os apetezca la disfrutaré a vuestra manera
porque nada hace más feliz a vuestra sierva que llorar por daros placer.
Soy vuestra puta, vuestra adoradora, vuestra amiga, vuestra hermana…
soy y seré lo que deseéis de mí y estaré agradecida por poder complaceros.
Retadme y provocadme, y si me rebelo castigadme como merezca
pues mi señor es justo y sabe lo que me conviene,
y yo no os pediré nada a cambio porque ni lo merezco ni lo necesito.
Soy vuestra esclava y vos sois mi señor…”

Todavía me estremezco cuando los leo, pues recuerdo las múltiples ocasiones en las que he roto mis votos, pero también todas aquellas en las que con placer o dolor los he respetado, mostrándoos con ello mi devoción por vos.

Os he entregado mi cuerpo y mi deseo, pero mi voluntad aún intenta imponerse algunas veces a la vuestra, de frente o por la retaguardia, aunque siempre estáis alerta y no me permitís ganar el pulso con carantoñas ni pucheros.

De vuestra mano he aprendido nuevos niveles de excitación y conceptos inabarcables de orgasmo brutal, en los que mi cuerpo se siente estallar, el dolor reactiva todos mis sentidos y el deseo me recorre en latigazos que me hacen doblar de placer. Momentos en los que el tiempo se detiene y siento como me enloquecen de igual manera el calor de vuestro aliento en mi cuello y la más dura de las penetraciones contra la pared. Todo me lleva al abismo y me devuelve con la marea a vuestros pies.

Y habéis sabido disciplinarme a conciencia y con determinación, y vuestras huellas en mi piel y esa sensación placentera de dolor cuando las recorro me recuerdan que la ausencia no disminuye vuestra autoridad sobre mí. A menudo las he disfrutado pero otras me han dolido, mucho, y he tenido que apretar los dientes para no gritar y jadear profundo para no llorar, y hacer uso de toda mi voluntad para permanecer quieta esperando el próximo golpe… y esa experiencia me ha enseñado de la fortaleza del sometimiento y de la valentía de la entrega.

Sé que me comprometí a ser lo que desearais de mí y sentirme agradecida por ello, pero me cuesta asumir algunas de vuestras exigencias y os incomodo con excusas inútiles para justificarme. También os reconozco el privilegio de definir los límites de la relación y de darme solo aquello que creáis que necesito o me conviene, aunque sé que os he demandado más cuando no he tenido bastante.

Pero os habéis mantenido firme, y a pesar del dolor de la aparente incomprensión e indiferencia, me habéis sostenido de forma imperceptible hasta que he podido aceptar mis deseos y condición, y entender que no es a vos a quien me resisto porque no me forzáis a nada, sino a mi propia conciencia de querer entregaros mi voluntad.
Y ahora mi sonrisa es más sabia, mi ser más brillante y mi goce más pleno.

Así que os agradezco profundamente vuestra paciencia y tolerancia, y os confieso que todo mi ser me grita que deseo ser vuestra sumisa.

JUDITH