No es a mí a quien otorgasteis la libertad al salir por la
puerta sino a vos mismo… pues os consta que yo nunca la perdí, ni cuando os entregue mi voluntad y deseo en el intenso proceso de iniciación y aprendizaje
compartido que a ambos de forma diferente nos transformó. Pero vos tampoco la
perdisteis jamás, ya que dominasteis el juego y supisteis mantener una apariencia
de distancia emocional que vuestro gesto me hace reconsiderar.
Pero como bien decis la libertad conlleva renuncia y os consta que aborrezco renunciar… así que frente a mi irreparable pérdida opté en
justa compensación por un antídoto que en exceso resultó venenoso, y que me ha
llevado a perder el juicio y arriesgar mi forma de vida intentando aproximarme
tibiamente a la intensidad que de vuestra mano gocé.
Y os confieso que sentiros observando con cierto interés
desde fuera de la habitación de mis desmanes alimentó mi temeridad, y que escuchar vuestros consejos percibiendo en ocasiones enojo incrementó mis ganas de provocaros para intentar mantener por un momento más vuestra atención.
Y también reconozco que gocé el juego de la exposición y
el coqueteo, de la provocación y la aparente entrega, de la admiración y el
deseo carnal… y poco a poco el foro se volvió mi refugio y sus habitantes mi
familia, y su intensidad y perversidad me regalaron emociones y placeres,
divertimentos y hasta orgasmos. Y me sentí como la más frágil al tiempo que implacable
domadora de fieras, y recordé la sensación de poder de la esclava Judith con la
espada ensangrentada en las manos… y me fascinó.
Pero esta vez no tenía enfrente a un soldado borracho,
sino a un grupo incontrolable de dominantes que disfrutan el control y el
sadismo, y cuando las ofertas pasaron de galanteos a amenazas y promesas de
dolor me asusté, y me arrastré en silencio hasta nuestra puerta buscando
auxilio y os encontré esperándome.
Ahora llevo varias horas sentada contra el marco de madera
y sobre las frías baldosas del suelo (pues abandoné la alfombra), a oscuras y sintiendo
en mi pecho oleajes de quietud y desolación como si estuviera atrapada en un
sueño perturbador… pero no me decido a salir, pues debo reconocer que sigo anhelando
el placer que me proporcionan esas experiencias de dolor y sometimiento que al
parecer conectan con vivencias anteriores muy poderosas.
Y como vos me pregunto si no será solo la veneración que os profeso lo que realmente me sedujo de este mundo, y debo reconocer que
probablemente no lo hubiera hecho de no ser de vuestra mano, pues como a la misma me
conocéis y adivináis, dándome en dosis perfectas la disciplina que requiero y el
placer que ansío, y sobre todo, porque con vos todo fue un juego real y
profundo sin odiosas cláusulas de eternidad.
Pero no desconozco que requiero atención, mucha, y que acepto
las consecuencias que conlleva vivir peligrosamente, que no tengo nada que
perder y que logro sobrevivir y reinventarme, que me gustan los retos que
amplían mis límites, y que vos algún día os iréis... suerte que hace rato aprendí
que aunque estamos solos, vivimos acompañados.
Os envío el más dulce de mis besos y sin importar el
escenario mi entrega sin reservas…