Alguien me dijo que solo probando cosas nuevas llegas a
saber lo que realmente te gusta, y me he decidido a intentarlo. Sé que una
parte de mí goza con el sometimiento mientras que otra se rebela por
principio... y me gustaría creer que algún día llegaré a ser una mezcla
equilibrada de ambas. Mientras, debo experimentar para saber donde se esconde
mi deseo.
Y entonces el azar se me cruza y encuentro el amor en el
lugar equivocado, pero el deseo y la sintonía son tan poderosos que ni la
distancia ni los compromisos parecen importar. Y la mujer se impone y la sumisa
se contenta con el juego sexual. Y la felicidad de sentirse correspondida solo
se compara con el dolor de lo imposible. Y prometo esperar mientras me regalan una
libertad que con gusto cedería, y eso todavía me seduce más…
Y una propuesta inusual que busca respuesta me encuentra y
llama a mi puerta, derrumbando con paciencia y tesón mis defensas, y me hace superar
las clasificaciones rígidas y excitarme con el sexo en trío, el cambio de roles
o la bisexualidad. Y siento que he encontrado a los compañeros de juego ideales
que como yo rompen las barreras dentro de la pareja y no se sienten amenazados
por el sexo más allá de su amor. Y de nuevo obedezco y por primera vez ordeno…
Y como en la intensidad encuentro mi hábitat, me dejo conquistar
por la complicidad incontrolable de la energía y el deseo compartidos, aún a
riesgo de quemarme en el intento. Y dormir se vuelve un lujo y alejarse una
quimera. Y adivinarse parece un sencillo juego y complementarse se vuelve
cotidiano. Y la realidad lucha por imponerse cuando la palabra ya no es
suficiente…
Y yo, Judith, la mujer, la sumisa, la dómina, la
compañera… me esfuerzo por aprender mientras vivo y siento con plena honestidad,
a riesgo de perder la cordura y el amor.
Y tú, mi mentor, me observas con curiosidad
mientras te mantienes en la distancia.