AlosPiesdelAmo

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lunes, 29 de abril de 2013

Judith versus Ego

¿Por qué mi Ego me has dejado sin señor?... soy Judith, la sierva, y con ese gesto me has arrebatado mi razón de ser y mi espacio de dolor y placer.
Sé que es tuyo el cuerpo en el que habito, que me expreso a través de tu voz y tu mirada, que tú le das consistencia y sentido a mi vocación, y que eres quien en última instancia toma las decisiones y mantiene el control, pero ¿por qué niegas mi existencia como una parte irrenunciable de tu ser?

No seas insolente Judith, tú no eres más que un juguete en mis manos. Me serviste bien por un tiempo pero ya me cansé, pues aunque al principio el sorprendente placer obtenido valía el precio de sumisión y dolor que tuve que pagar, con el tiempo se convirtió en una carga insoportable y tuve que liberarte para contigo liberarme a mí misma.
Así que deja la soberbia y entiende que igual que te creé te puedo destruir para seguir con mi vida como si nada significativo hubiera ocurrido.

Ego, y si todo es tan sencillo, ¿por qué la rebeldía y la agresividad de estos días?, ¿por qué la dejadez y la grosería?, ¿por qué ese deseo dolorosamente contenido y esa necesidad de contacto hasta el sometimiento físico?...

Esa no soy yo Judith, es tu debilidad la que provoca todas esas reacciones, y tu insatisfacción y vergüenza de sumisa desechada… porque ni eso supiste hacer bien. Además no lograste evitar que la devoción por tu señor se te transformara en afecto, y eso te ha vuelto vulnerable y estúpida, y ahora no toleras que él no corresponda tus sentimientos y esa frustración te vuelve insoportable y lo aleja de ti todavía más.

Pero Ego, ¿no comprendes que todo lo que describes no es parte de mi naturaleza sino de la tuya?… yo soy sumisa, y por lo tanto obediente y respetuosa, femenina y sensual, complaciente y pasiva. Yo no me rebelo, no me descuido, no me apasiono, no me resisto, no espero ni deseo más que cumplir con la voluntad de mi señor.
Eres tú, mi Ego, quien se niega a aceptar que somos facetas complementarias de una sola realidad y que podemos convivir sin incoherencias, pues no pretendo robarte nada sino regalarte nuevas sensaciones jamás imaginadas, y no te limito sino que te potencio. Tú a cambio me entregas tu pasión y tus deseos, tu experiencia y habilidad, tu personalidad y tu saber, tu belleza y actitud, y tu capacidad de amar… y yo las vuelvo mías y te descubro nuevos escenarios en los que disfrutar y aprender.

Mi pequeña Judith, quizá tengas razón, pero me inquieta el poder que tienes sobre mí… de tu mano he conocido una nueva forma de relacionarme que me exige confianza y cesión del control, y eso me da miedo.

Mi querida Ego, ¿cómo puedes sentirte amenazada por una parte de ti misma que tanto placer te ha dado y tan feliz te ha hecho sentir?, deja de luchar contra mí, intégrame en tu vida de la forma que prefieras y disfruta, poténciame con tus habilidades y deja que te embellezca… ya lo has probado y sabes lo mucho que lo gozaste.

Ven Judith, deja que te abrace, deja que acompase mis latidos con los tuyos, deja que tu calma me sosiegue y discúlpame por las pérdidas que nos he causado…

Ya has empezado Ego, ambas somos una y que uses el plural significa que lo estas aceptando… aprende del pasado y sigue caminando de mi mano, verás que la vida nos sorprende.

miércoles, 24 de abril de 2013

Dí que no eres mi sumisa...

I.
Estoy arrodillada sobre la alfombra, muy cerca de tus piernas, manteniendo las manos atrás como me ordenaste. Tú tiras con fuerza de mi cabello obligándome a arquear la espalda y observas mi rostro con severidad.
Me preguntas algo de forma insistente, pero apenas puedo oírte pues una voz interior que me pregunta a gritos porqué me someto lo llena todo. Ante mi silencio intensificas la presión y no puedo evitar gemir de dolor y pedirte que me sueltes… tú alzas la ceja izquierda y me preguntas con un tono neutro y una media sonrisa si quiero salirme, y yo no soy capaz de responder que sí.
Entonces me hago consciente de mi cobardía e inconsistencia, y todo mi cuerpo se entrega al castigo que considero merecido y que provoco manteniendo mi actitud displicente, y lo que ocurra en adelante deja de tener importancia.

II.
Cada vez son más frecuentes las confrontaciones y resistencias, cada vez tolero menos la obediencia y el dolor… mi lucha interna es constante y suelo acostarme frustrada para amanecer con intención de servidumbre renovada, pero los propósitos duran poco y tengo la certeza, reflejada claramente en ti, de que solo empeoro las cosas día a día.
Así que te pido que consideres aplicarme un castigo físico, aunque todo mi cuerpo y gran parte de mi voluntad se rebela, pero tú que me conoces y quieres sabes que eso no servirá de nada, y que es otra clase de dolor lo que necesito… y yo creo ver reflejada en tus ojos la tentación del abandono. Expreso mi miedo y no encuentro en ti la inquisitiva respuesta esperada, sino una invitación liberadora: “dí que no eres mi sumisa”…

III.
Y de pronto me descubro abriéndome a la posibilidad de que las cosas sean de otra manera, y que eso no suponga una pérdida sino una conquista asentada en la coherencia y la dicha. Pero mi garganta se niega a pronunciar las palabras, como si de un hechizo que pudiera provocar catástrofes se tratara, y miro tus ojos serenos mientras tu voz me dice con ternura que puedo buscar lo que deseo sin renunciar a nada, que puedo liberarme, que puedo ser feliz, que estás y vas a permanecer en mi vida… y siento que la puerta de la celda se abre sola, y que aunque resulta tentador permanecer en la cálida y conocida estancia, fuera luce el sol y la brisa es fresca, y no estoy sola.
Así que lo digo, casi en un susurro pero con plena consciencia… “no soy tu sumisa, no soy tu sumisa, no soy tu sumisa”.