Sé que es tuyo el cuerpo en el que habito, que me expreso
a través de tu voz y tu mirada, que tú le das consistencia y sentido a mi
vocación, y que eres quien en última instancia toma las decisiones y mantiene
el control, pero ¿por qué niegas mi existencia como una parte irrenunciable de
tu ser?
No seas insolente Judith, tú no eres más que un juguete en
mis manos. Me serviste bien por un tiempo pero ya me cansé, pues aunque al
principio el sorprendente placer obtenido valía el precio de sumisión y dolor
que tuve que pagar, con el tiempo se convirtió en una carga insoportable y tuve
que liberarte para contigo liberarme a mí misma.
Así que deja la soberbia y entiende que igual que te creé
te puedo destruir para seguir con mi vida como si nada significativo hubiera
ocurrido.
Ego, y si todo es tan sencillo, ¿por qué la rebeldía y la
agresividad de estos días?, ¿por qué la dejadez y la grosería?, ¿por qué ese
deseo dolorosamente contenido y esa necesidad de contacto hasta el sometimiento
físico?...
Esa no soy yo Judith, es tu debilidad la que provoca todas
esas reacciones, y tu insatisfacción y vergüenza de sumisa desechada… porque ni
eso supiste hacer bien. Además no lograste evitar que la devoción por tu señor
se te transformara en afecto, y eso te ha vuelto vulnerable y estúpida, y ahora
no toleras que él no corresponda tus sentimientos y esa frustración te vuelve
insoportable y lo aleja de ti todavía más.
Pero Ego, ¿no comprendes que todo lo que describes no es
parte de mi naturaleza sino de la tuya?… yo soy sumisa, y por lo tanto
obediente y respetuosa, femenina y sensual, complaciente y pasiva. Yo no me
rebelo, no me descuido, no me apasiono, no me resisto, no espero ni deseo más
que cumplir con la voluntad de mi señor.
Eres tú, mi Ego, quien se niega a aceptar que somos
facetas complementarias de una sola realidad y que podemos convivir sin
incoherencias, pues no pretendo robarte nada sino regalarte nuevas sensaciones
jamás imaginadas, y no te limito sino que te potencio. Tú a cambio me entregas
tu pasión y tus deseos, tu experiencia y habilidad, tu personalidad y tu saber,
tu belleza y actitud, y tu capacidad de amar… y yo las vuelvo mías y te descubro
nuevos escenarios en los que disfrutar y aprender.
Mi pequeña Judith, quizá tengas razón, pero me inquieta el
poder que tienes sobre mí… de tu mano he conocido una nueva forma de relacionarme
que me exige confianza y cesión del control, y eso me da miedo.
Mi querida Ego, ¿cómo puedes sentirte amenazada por una
parte de ti misma que tanto placer te ha dado y tan feliz te ha hecho sentir?,
deja de luchar contra mí, intégrame en tu vida de la forma que prefieras y
disfruta, poténciame con tus habilidades y deja que te embellezca… ya lo has
probado y sabes lo mucho que lo gozaste.
Ven Judith, deja que te abrace, deja que acompase mis
latidos con los tuyos, deja que tu calma me sosiegue y discúlpame por las
pérdidas que nos he causado…
Ya has empezado Ego, ambas somos una y que uses el plural
significa que lo estas aceptando… aprende del pasado y sigue caminando de mi
mano, verás que la vida nos sorprende.