AlosPiesdelAmo

AlosPiesdelAmo

domingo, 29 de septiembre de 2013

Aprendiendo del dolor

Estos meses de experimentación vital me han forzado al silencio, en parte porque escribir requiere un tiempo que preferí dedicar a encuentros y desencuentros cargados de sensaciones y emociones de toda índole, pero sobre todo porque exige una calma en el ánimo que distaba mucho de disfrutar.

Y es que mi naturaleza está dotada de una curiosidad ansiosa que me impide renunciar a vivir intensamente los momentos que me regala el azar, así puedan resultar incompatibles o temerarios. De modo que me lancé sin red y me enredé en la fascinación de un deseo imposible y ausente que florece irremediablemente con una palabra o un guiño distante, y me dejé convencer por promesas de libertad afectiva y sexual hasta compartir con una pareja un juego que no tuvo final feliz, y la cómplice intensidad se hizo presencia donde encarnar el cuidado y la pasión, y donde volver a plantearme mi rol.

De modo que aposté alto… y aunque en algunos momentos pensé que lo había perdido todo, resultó que gané más de lo imaginado, pero tuve que pagar un alto precio de dolor y frustración, y superar la ceguera de la negación resistente a la evidencia de la realidad.

Así, la fascinación se maceró a fuego lento con silencio y soledad, y se transformó en ternura platónica y sin esperanza, con ciertas notas picantes de deseo insatisfecho… y cuando pensaba que era un cadáver lo que acunaba contra mi pecho aceptando entregarme a otras presencias que calentaran mi cuerpo y mi ánimo con atenciones reales, reapareció por un instante alimentando mi obsesión más allá de la traición y la culpa.
Y aprendí que no ser capaz de renunciar a nada te puede llevar a perderlo todo, pero que en ocasiones no se puede luchar contra el deseo…

Y entre esas presencias encontré a una pareja que me integró en su andadura, y disfruté del placer del juego compartido, del cambio de roles, de la bisexualidad erótica, y hasta del afecto gratuito… pero también de la manipulación provocada por los celos y la acusación mentirosa, de la desconfianza y el miedo, de la intensamente dolorosa renuncia y aislamiento.
aprendí que este juego involucra irremediablemente a los sentimientos, y que los buenos deseos no bastan para superar nuestros complejos…

Y le encontré de nuevo, tras tenerlo y dejarlo ir sin apenas darme cuenta, y la conexión física y mental resultó asombrosa y estremecedora, y la curiosidad y el juego se transformaron en complicidad y afecto, y se dio el encuentro y extendimos el tiempo hasta más allá de lo imaginable. Y nos conocimos, contemplamos, conversamos, acariciamos, poseímos, reímos y también lloramos, y sin aparente futuro nos reencontramos una y otra vez, y la tensión de lo efímero hizo mella en nuestro ánimo con pasión y dolor, y me sentí tantas veces amada como despreciada, pero cuando me lo pidió… acepté ser suya.
Y aprendí que si tienes suerte encontrarás a quien te muestre tu propio reflejo y te exija recomponer los pedazos rotos hasta lograr ser más tú…

Me confieso adicta a las relaciones imposibles en las que puedo volcar mi pasión sin temor al compromiso, y que me protegen de un abandono motivado en mis pocos méritos. 
Y reconozco en mí la fuerza para renacer de las cenizas aprendiendo de lo vivido y lo perdido, sin renunciar a la ternura y la inocencia.
Y es que en la vida cuando apuestas alto lo puedes perder todo… o no.


martes, 10 de septiembre de 2013

Ejerciendo de dómina

Mi irreverente sumisa Clara,

Recibo con complacencia la lista de aquellos comportamientos para con tu Señora que tú misma calificas de inadecuados, y que te he tolerado por estar en fase de conocimiento mutuo, pero deseo que entiendas que a partir de ahora si se repiten tendrán consecuencias.

Estas variarán según el deseo y el ánimo de tu Señora, pero para que sepas a qué atenerte podrían suponer:
  • Si sugieres a nuestro Señor comportamientos o prácticas hacia tu Señora que no me complazcan, las repetiré contigo sin importar mi destreza... pues mi sumisa es mi campo de prácticas.
  • Si te permites hacer juicios sobre el comportamiento de tu Señora frente a nuestro Señor (que no es lo mismo que exponer con humildad tus dudas o temores respecto a mi voluntad), te premiaré con la indiferencia y el aislamiento sensorial.
  • Si juegas a manipular el deseo de tus Señores para satisfacer el tuyo, recibirás castigo físico.
  • Si pierdes el control y te expresas sin el debido respeto al dirigirte a tu Señora, despertarás mi ira y serás corregida y humillada verbalmente hasta que temas volver a extralimitarte.

Y para que recuerdes que tu Señora confía en ti y te considera su más preciada posesión, deseo que durante tres días uses de forma permanente el body celeste y plata que te regalé para ser presentada ante nuestro Señor, de modo que sientas mis manos en el roce de su tela en tu cuerpo.

Un beso con lengua y dientes.

martes, 4 de junio de 2013

Respuesta a comportamientos inadecuados

Querida Judith,

Deseo sinceramente que esta nueva vuelta de tuerca genere facetas que te deparen extraordinario placer y exquisita atención. Como Señora te veo tan magnánima (advertir o avisar después de un comportamiento inadecuado es síntoma de debilidad) como dedicada y ecuánime al promulgar códigos penales. Y en ese quehacer de dómina deambulas encontrando espejos y dificultades imprevistas.

Sugerí que exploraras esa faceta para ahondar en tu conocimiento del ser humano y de ti misma, para que confirmaras tu papel o fueras mejor sumisa si tal es tu vocación. Así pues espero que entiendas las emociones encontradas, las tendencias naturales y los caprichos de quien te llama señora. Y de esa manera te comprendas y complazcas mejor a ti misma.

Por otra parte descubro en ti una vena educativa interesante y necesaria, porque deberás enseñar lo que te place si quieres ser complacida. Tal vez ya cuentas con el rito como marco donde se inscriben tus actividades. Y, por favor, no olvides la estética. Determinados comportamientos solo son aceptables con una dimensión de la misma. 

Me placería y orientaría en la labor que me otorgas ilustraras los placeres de tu nueva etapa. Y ahí, concentrada en ese núcleo, te asomes a las emociones que albergaba la sumisa que fuiste y me cuentes el contraste.

HASSO.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Experimentos de una sumisa inquieta

Alguien me dijo que solo probando cosas nuevas llegas a saber lo que realmente te gusta, y me he decidido a intentarlo. Sé que una parte de mí goza con el sometimiento mientras que otra se rebela por principio... y me gustaría creer que algún día llegaré a ser una mezcla equilibrada de ambas. Mientras, debo experimentar para saber donde se esconde mi deseo.

Y entonces el azar se me cruza y encuentro el amor en el lugar equivocado, pero el deseo y la sintonía son tan poderosos que ni la distancia ni los compromisos parecen importar. Y la mujer se impone y la sumisa se contenta con el juego sexual. Y la felicidad de sentirse correspondida solo se compara con el dolor de lo imposible. Y prometo esperar mientras me regalan una libertad que con gusto cedería, y eso todavía me seduce más…

Y una propuesta inusual que busca respuesta me encuentra y llama a mi puerta, derrumbando con paciencia y tesón mis defensas, y me hace superar las clasificaciones rígidas y excitarme con el sexo en trío, el cambio de roles o la bisexualidad. Y siento que he encontrado a los compañeros de juego ideales que como yo rompen las barreras dentro de la pareja y no se sienten amenazados por el sexo más allá de su amor. Y de nuevo obedezco y por primera vez ordeno…

Y como en la intensidad encuentro mi hábitat, me dejo conquistar por la complicidad incontrolable de la energía y el deseo compartidos, aún a riesgo de quemarme en el intento. Y dormir se vuelve un lujo y alejarse una quimera. Y adivinarse parece un sencillo juego y complementarse se vuelve cotidiano. Y la realidad lucha por imponerse cuando la palabra ya no es suficiente…

Y yo, Judith, la mujer, la sumisa, la dómina, la compañera… me esfuerzo por aprender mientras vivo y siento con plena honestidad, a riesgo de perder la cordura y el amor.
Y tú, mi mentor, me observas con curiosidad mientras te mantienes en la distancia.

lunes, 29 de abril de 2013

Judith versus Ego

¿Por qué mi Ego me has dejado sin señor?... soy Judith, la sierva, y con ese gesto me has arrebatado mi razón de ser y mi espacio de dolor y placer.
Sé que es tuyo el cuerpo en el que habito, que me expreso a través de tu voz y tu mirada, que tú le das consistencia y sentido a mi vocación, y que eres quien en última instancia toma las decisiones y mantiene el control, pero ¿por qué niegas mi existencia como una parte irrenunciable de tu ser?

No seas insolente Judith, tú no eres más que un juguete en mis manos. Me serviste bien por un tiempo pero ya me cansé, pues aunque al principio el sorprendente placer obtenido valía el precio de sumisión y dolor que tuve que pagar, con el tiempo se convirtió en una carga insoportable y tuve que liberarte para contigo liberarme a mí misma.
Así que deja la soberbia y entiende que igual que te creé te puedo destruir para seguir con mi vida como si nada significativo hubiera ocurrido.

Ego, y si todo es tan sencillo, ¿por qué la rebeldía y la agresividad de estos días?, ¿por qué la dejadez y la grosería?, ¿por qué ese deseo dolorosamente contenido y esa necesidad de contacto hasta el sometimiento físico?...

Esa no soy yo Judith, es tu debilidad la que provoca todas esas reacciones, y tu insatisfacción y vergüenza de sumisa desechada… porque ni eso supiste hacer bien. Además no lograste evitar que la devoción por tu señor se te transformara en afecto, y eso te ha vuelto vulnerable y estúpida, y ahora no toleras que él no corresponda tus sentimientos y esa frustración te vuelve insoportable y lo aleja de ti todavía más.

Pero Ego, ¿no comprendes que todo lo que describes no es parte de mi naturaleza sino de la tuya?… yo soy sumisa, y por lo tanto obediente y respetuosa, femenina y sensual, complaciente y pasiva. Yo no me rebelo, no me descuido, no me apasiono, no me resisto, no espero ni deseo más que cumplir con la voluntad de mi señor.
Eres tú, mi Ego, quien se niega a aceptar que somos facetas complementarias de una sola realidad y que podemos convivir sin incoherencias, pues no pretendo robarte nada sino regalarte nuevas sensaciones jamás imaginadas, y no te limito sino que te potencio. Tú a cambio me entregas tu pasión y tus deseos, tu experiencia y habilidad, tu personalidad y tu saber, tu belleza y actitud, y tu capacidad de amar… y yo las vuelvo mías y te descubro nuevos escenarios en los que disfrutar y aprender.

Mi pequeña Judith, quizá tengas razón, pero me inquieta el poder que tienes sobre mí… de tu mano he conocido una nueva forma de relacionarme que me exige confianza y cesión del control, y eso me da miedo.

Mi querida Ego, ¿cómo puedes sentirte amenazada por una parte de ti misma que tanto placer te ha dado y tan feliz te ha hecho sentir?, deja de luchar contra mí, intégrame en tu vida de la forma que prefieras y disfruta, poténciame con tus habilidades y deja que te embellezca… ya lo has probado y sabes lo mucho que lo gozaste.

Ven Judith, deja que te abrace, deja que acompase mis latidos con los tuyos, deja que tu calma me sosiegue y discúlpame por las pérdidas que nos he causado…

Ya has empezado Ego, ambas somos una y que uses el plural significa que lo estas aceptando… aprende del pasado y sigue caminando de mi mano, verás que la vida nos sorprende.

miércoles, 24 de abril de 2013

Dí que no eres mi sumisa...

I.
Estoy arrodillada sobre la alfombra, muy cerca de tus piernas, manteniendo las manos atrás como me ordenaste. Tú tiras con fuerza de mi cabello obligándome a arquear la espalda y observas mi rostro con severidad.
Me preguntas algo de forma insistente, pero apenas puedo oírte pues una voz interior que me pregunta a gritos porqué me someto lo llena todo. Ante mi silencio intensificas la presión y no puedo evitar gemir de dolor y pedirte que me sueltes… tú alzas la ceja izquierda y me preguntas con un tono neutro y una media sonrisa si quiero salirme, y yo no soy capaz de responder que sí.
Entonces me hago consciente de mi cobardía e inconsistencia, y todo mi cuerpo se entrega al castigo que considero merecido y que provoco manteniendo mi actitud displicente, y lo que ocurra en adelante deja de tener importancia.

II.
Cada vez son más frecuentes las confrontaciones y resistencias, cada vez tolero menos la obediencia y el dolor… mi lucha interna es constante y suelo acostarme frustrada para amanecer con intención de servidumbre renovada, pero los propósitos duran poco y tengo la certeza, reflejada claramente en ti, de que solo empeoro las cosas día a día.
Así que te pido que consideres aplicarme un castigo físico, aunque todo mi cuerpo y gran parte de mi voluntad se rebela, pero tú que me conoces y quieres sabes que eso no servirá de nada, y que es otra clase de dolor lo que necesito… y yo creo ver reflejada en tus ojos la tentación del abandono. Expreso mi miedo y no encuentro en ti la inquisitiva respuesta esperada, sino una invitación liberadora: “dí que no eres mi sumisa”…

III.
Y de pronto me descubro abriéndome a la posibilidad de que las cosas sean de otra manera, y que eso no suponga una pérdida sino una conquista asentada en la coherencia y la dicha. Pero mi garganta se niega a pronunciar las palabras, como si de un hechizo que pudiera provocar catástrofes se tratara, y miro tus ojos serenos mientras tu voz me dice con ternura que puedo buscar lo que deseo sin renunciar a nada, que puedo liberarme, que puedo ser feliz, que estás y vas a permanecer en mi vida… y siento que la puerta de la celda se abre sola, y que aunque resulta tentador permanecer en la cálida y conocida estancia, fuera luce el sol y la brisa es fresca, y no estoy sola.
Así que lo digo, casi en un susurro pero con plena consciencia… “no soy tu sumisa, no soy tu sumisa, no soy tu sumisa”.

jueves, 14 de marzo de 2013

Antídoto venenoso para pérdidas irreparables

Señor,

No es a mí a quien otorgasteis la libertad al salir por la puerta sino a vos mismo… pues os consta que yo nunca la perdí, ni cuando os entregue mi voluntad y deseo en el intenso proceso de iniciación y aprendizaje compartido que a ambos de forma diferente nos transformó. Pero vos tampoco la perdisteis jamás, ya que dominasteis el juego y supisteis mantener una apariencia de distancia emocional que vuestro gesto me hace reconsiderar.

Pero como bien decis la libertad conlleva renuncia y os consta que aborrezco renunciar… así que frente a mi irreparable pérdida opté en justa compensación por un antídoto que en exceso resultó venenoso, y que me ha llevado a perder el juicio y arriesgar mi forma de vida intentando aproximarme tibiamente a la intensidad que de vuestra mano gocé.
Y os confieso que sentiros observando con cierto interés desde fuera de la habitación de mis desmanes alimentó mi temeridad, y que escuchar vuestros consejos percibiendo en ocasiones enojo incrementó mis ganas de provocaros para intentar mantener por un momento más vuestra atención.

Y también reconozco que gocé el juego de la exposición y el coqueteo, de la provocación y la aparente entrega, de la admiración y el deseo carnal… y poco a poco el foro se volvió mi refugio y sus habitantes mi familia, y su intensidad y perversidad me regalaron emociones y placeres, divertimentos y hasta orgasmos. Y me sentí como la más frágil al tiempo que implacable domadora de fieras, y recordé la sensación de poder de la esclava Judith con la espada ensangrentada en las manos… y me fascinó.

Pero esta vez no tenía enfrente a un soldado borracho, sino a un grupo incontrolable de dominantes que disfrutan el control y el sadismo, y cuando las ofertas pasaron de galanteos a amenazas y promesas de dolor me asusté, y me arrastré en silencio hasta nuestra puerta buscando auxilio y os encontré esperándome.

Ahora llevo varias horas sentada contra el marco de madera y sobre las frías baldosas del suelo (pues abandoné la alfombra), a oscuras y sintiendo en mi pecho oleajes de quietud y desolación como si estuviera atrapada en un sueño perturbador… pero no me decido a salir, pues debo reconocer que sigo anhelando el placer que me proporcionan esas experiencias de dolor y sometimiento que al parecer conectan con vivencias anteriores muy poderosas.

Y como vos me pregunto si no será solo la veneración que os profeso lo que realmente me sedujo de este mundo, y debo reconocer que probablemente no lo hubiera hecho de no ser de vuestra mano, pues como a la misma me conocéis y adivináis, dándome en dosis perfectas la disciplina que requiero y el placer que ansío, y sobre todo, porque con vos todo fue un juego real y profundo sin odiosas cláusulas de eternidad.

Pero no desconozco que requiero atención, mucha, y que acepto las consecuencias que conlleva vivir peligrosamente, que no tengo nada que perder y que logro sobrevivir y reinventarme, que me gustan los retos que amplían mis límites, y que vos algún día os iréis... suerte que hace rato aprendí que aunque estamos solos, vivimos acompañados.

Os envío el más dulce de mis besos y sin importar el escenario mi entrega sin reservas…

jueves, 28 de febrero de 2013

Ritos, trampas y caprichos

Inauguro con este relato escrito a 4 manos un espacio para las fantasías de Amxs y sumisxs... envíame el tuyo y lo publicaré.

"La sala espaciosa está decorada en rojo terciopelo, como el canapé en el que estoy sentado, un tanto finales de SXIX, un tanto boudoir francés. Llevo la camisa de rayas verdes prevista para tu ceremonia, pantalones y botas de montar, con una americana deportiva. La seda verde de la corbata matiza el rojo de tus labios, el negro del kimono que te envuelve y del que solo escapan las piernas vestidas de exquisitas medias, los estilettos de tus zapatos. Y tu cuello. Es verdad que has conseguido hacer de tu pelo una palmera sobre tu cabeza, que tus manos llegan hasta mi bota desde una elegante postura de sumisión a flor de alfombra. Esperas. Tal vez impaciente o nerviosa. Esperas y estás hermosa. Con esa nuca ofrecida al escalofrío delicioso.
- Sube hasta mis rodillas. - Te digo.- Y dime dónde estás. Quiero escuchar tu voz.
- A vuestros pies, mi señor. - Dijiste y tu voz estaba entera.
- Entonces preséntame a tu sierva.
- Así se hará.- Y te acercaste a una mesa baja desde la que hiciste sonar la campanilla.
Disfrutaba el tacto y color de la alfombra entonada con el carmín de tus labios, cuando sonaron pasos de tacones femeninos acercándose a la estancia. La puerta se abrió y una muchacha rubia, delgada, vestida de celeste y plata entró en la habitación, con la cabeza baja, dirigiéndose a una esquina de la sala, donde quedó discreta y formal. La falda corta ponía de manifiesto unos muslos vertiginosos y determinantes. La lazada negra del cuello resaltaba los ojos de un mar frío y la piel de un marfil satinado.
- Clara.- Dijiste sin agresividad.
Y Clara levantó la cabeza y abrió los ojos a tu voz.
- Tu eres mi sierva y Hasso mi señor, como sabes. Hoy ha dispuesto que le seas presentada. Saluda al amo de tu dueña.
Clara se acercó hasta mí y adoptó la misma posición que antes tuvieras tú, Judith, los brazos extendidos hasta mis botas y el cuerpo postergado desde las rodillas. Una bonita nota de color y calor sobre la alfombra. 
- Pon tu cabeza sobre mis rodillas.- Le digo.
Y ella grácilmente desde el apoyo de sus manos trae el resto del cuerpo hasta mis piernas y deposita la barbilla en el lugar indicado.
- Enséñame tus ojos.
- Y Clara mira en dirección a la luz con la cabeza alta. Mi mano derecha se marcha  a su nuca y siento seda castaña entre los dedos. Ha salido sol en el mar frío y el azul domina a juego con el vestido. Delicadamente flexionadas, las piernas conducen a unos elevados zapatos de salón donde hasta la plata palidece.
- Creo que tienes buen gusto, Judith. Veamos cuánto le has enseñado.
- Señor, será mejor que Clara se coloque delante del sillón, en el centro. 
- Sea, pues.
- Clara ya me has oído y sabes que te sobra el vestido.- Dijiste.
Clara se puso en pie desenfundándose el vestido con sendos gestos de cremallera. Quedó en body como una estrella refulgente de platas y azules, de pie con el talle quebrado apoyaba las manos en las rodillas y hacía lucir, respingonas, las nalgas frente a Judith, que blandía una fusta.  Y la observaba. Decidió valorar la turgencia de la carne y se paseó despacio propinando golpes suaves y precisos, altos y bajos, en ambos glúteos. De repente la fusta hendió el aire y sonó un latigazo medio. Un calor súbito, la sorpresa y cierto estremecimiento se unieron en la expresión y el gemido  del rostro de Clara.
Impecables en su ubicación y grado, sonaron más latigazos. La piel tratada adquiría un tono carmín, que se acrecentaba con la impresión de formar unos labios dibujados por Judith en aquellas nalgas acogedoras. El diván de Dalí vino a mi mente con una cohorte de sensaciones labiales. Judith me dejaba valorar su obra en silencio y Clara seguía con los ojos cerrados. La expresión de la comisura de su boca transmitía también la espera del siguiente golpe que no acababa de llegar. Que empezaba a desearse cada vez más intensamente. 
- Átala.- Dije a Judith. Es cierto que había argollas en la decoración de techo y suelo, que fuiste ducha en tensar aquel cuerpo para que quedara una bonita cruz de San Andrés plateada.
- Sigue.- Ordené. Y me ubiqué frente a Clara cuya cabeza atraje hacia mí, mientras recorría su nuca y estalló sonoro otro azote. Quería tener muy cerca la expresión y los gemidos de Clara.
- Más fuerte.- Insistí. Y con cada golpe las inspiraciones de Clara sabían a morbo y los suspiros solo a placer. 
Miré a Judith que había cesado sus golpes y se había sentado en el sillón con el rostro a escasos centímetros de las nalgas de Clara. Todos habíamos sido seducidos por la atmósfera sensual entrando en conexión con los papeles y la situación de la noche. Todos navegábamos un río de placeres y notas diversas.  Luces y colores, gestos y aromas, poses y tactos, relaciones, todo tenía por vocación el gozo.
Judith se deshacía literalmente en humedades mientras recorría con su lengua los encuentros de la fusta en la piel. En su mente se dibujaba cada vez con más fuerza el deseo de ser empuñada por su señor. Había encontrado el camino de las caricias que la sensibilidad a flor de piel de Clara le ofrecía. Y esta, tenía un rictus de mística comunión y  desbordante belleza. Tus manos, Judith, soltaron el cierre inferior del body de Clara. Se internaron entre pliegues acogedores, perfumes intensos, rojos encendidos, jadeos llameantes.
Yo me abrasaba también en aquella boca entreabierta de Clara y ordené a Judith que quebrara su cuerpo hacia delante. Las manos quedaron tensionadas hacia atrás más altas que la horizontal espalda, el cuerpo vencido sin perder sujeción en los tobillos, la boca a la altura de mi verga.
- Regresa a lo que estabas, Judith.- Y volviste al sillón, a las entradas de tu sierva, a tu deseo de mi ensartándote.
Clara fue la primera en marcharse sin pedir permiso. Algo que aplicaste a su recto la hizo desbocarse de mi miembro y declinar escaleras celestiales, cuyas notas percibimos gracias a su rosario de "Señora", "Señora" dicho con tanta unción como amor por vos. Lo cual me enterneció. Me acerqué a Judith y sujeté sus manos y cabeza donde estaban al tiempo que retiraba el sillón. Y elevando sus nalgas paseé mi mano derecha por el cuadrante de ternuras untuosas. Después abrí aquellos gajos con las manos y me inserté en su centro. Suavemente. Tu cuerpo me cuenta que deseas esos golpes secos, sordos, violentos, profundos. Veo que te preparas agarrándote firmemente a las caderas de Clara y reposas tu rostro sobre su grupa.  Salgo de ti lentamente, presionando tu flanco izquierdo, tan duro que noto la orografía de mi verga contra tus paredes.  Casi estoy fuera cuando mi pelvis cambia de tono y el glande penetra como un martillo golpeando en tu garganta. Después silencio. Luego siete golpes, igual de intensos y profundos y brutales.  Primero te has crispado, luego se te funden los plomos y las piernas se te doblan. Salgo de ti y te hago apoyar el torso sobre una pierna de Clara. Después introduzco el miembro en tu boca tan dulce y acogedora como acostumbra. Clara sigue igualmente húmeda y solícita, quebrada y expuesta, encendida por dentro y por fuera.
- Guíame a su vulva, Judith.- Te digo.
Una mano tierna se hace cargo de mi cetro y lo conduce a un forro ceñido y aterciopelado que, de momento, solo mi glande conoce. Dibujas con él, los grandes labios, el tesoro de los pequeños, el camino de las grutas… Vuelves a mojar la cabeza en la jugosa vulva y cuando está completamente lubricada inicias un coqueteo con el esfínter. Tu lengua golosa se ha sumado para seducir al guardián de la puerta, que obedece a su dueña. Tu mano clava el puñal en el centro del asterisco que se abre como un diafragma suspirante. Has retirado la mano que ahora empuja desde mi nalga profundizando el calado de la herida, cada vez un poco más, un poco más.  Le  dices a Clara que se abra las nalgas totalmente y obedece al instante. Adoro su laca de uñas, la sombra que se extiende desde el coxis hasta el vello de mi vientre.
- Ahora, Clara.- Dices.
Y siento una mano poderosa empuñando, exprimiendo mi pene. Intento inútilmente desasirme, soltarme, salir de ese recto constrictor. El bronco masaje me arrebata el control. Ahora es Judith quien mira mi expresión, la oleada de placer que me somete. Y una sonrisa de triunfo la posee mientras hago mi ofrenda en las entrañas de Clara en nombre del poder de su dueña. Cuando las olas del placer me dejan en la orilla de la consciencia pregunto:
- ¿De dónde has sacado esta trampa, Judith?
- De los caprichos de mi señor.- Respondiste."

jueves, 21 de febrero de 2013

Cadenas de libertad

Querida Judith,

Constato que toda mudanza es naufragio al verte sobre la alfombra contemplando cómo se hunden los restos de la experiencia. Y envuelto en el bálsamo de tu devoción, observo que flotas y sobre ti, la pregunta de cuánto fue inducido por la seducción del amante o por el pálpito propio, pues entre lo perdido también se contabiliza el dolor.

Entiendo que eres mujer de frontera que, como dices, se mueve bien en la confusión y gusta de atesorar opciones. Decidí hacerte libre para que elijas las tuyas. Prescindir de la intensidad del placer que el dolor genera o profundizar en él y sus desbordamientos. Encontrar otro señor a quien someterte o ser de todos sin pertenecer a ninguno. Domar amos o abdicar de tus rebeldías.

Sabemos que la libertad es una cadena de renuncias. El miedo, a la soledad por ejemplo, mal  consejero. Que más allá de folklores y decorados, la entrega sin reservas es la misma.

Tienes mi bendición. Buen Viaje.

Hasso

martes, 12 de febrero de 2013

La desolación de una sumisa desechada

Acabáis de franquear la puerta dispuesta para mi liberación, y me habéis dejado sola en el cuarto de mi sometimiento ahora vacío.

Decis que no debo darme la importancia de creer que han sido mis rebeldías las que os han espantado de mi lado, sino que la responsabilidad de haceros cargo de la voluntad de otra persona no está hecha para vos.
Decis que estoy lista, que he sido una aprendiz dedicada y que podría complacer a cualquiera… pero me dejáis con mis medias negras y mis tacones de vértigo, con el corset ajustado y la sonrisa pintada, postrada frente al espacio que hasta hace un instante ocupaban vuestras botas.

Es cierto que lo presentía, y también que no quería verlo, es cierto que me duele profundamente y que al tiempo, sorprendentemente, me alivia.
Y quizá porque os conozco de antes y desde siempre me habéis fascinado, es cierto que recorrería 100 veces el camino andado así siempre terminara del mismo modo, pues es innegable que he crecido de vuestra mano y os he conocido en el proceso descubriendo nuevos motivos para la admiración y el aprecio.

Habéis sido un buen maestro, dedicado y firme, y ahora con suerte volveréis a ser mi amigo, y encontraremos nuevas formas de divertirnos y experimentar.

Pero Judith, la sumisa, se ha quedado sin collar y sin amo, sin razón de ser, sin maestro, sin placer y sin dolor… se ha quedado sobre la alfombra de los castigos y el deseo, contemplando como se borran las marcas de su piel mientras apenas logra seguir respirando.

domingo, 10 de febrero de 2013

Aroma a sándalo en la puerta

El instinto depredador de Judith lo percibe con alarma. Yo me resistía a creerlo pese a las evidencias avasalladoras.

En principio tenía todos los ingredientes para el éxito. Una fantasía sexual envuelta en el fetichismo, con la libertad  de someterse o dominar como fondo. Con este carácter un tanto señorial que tengo resultó tentador. Se ofrecía sierva, que no sé si es una manera moderna de ligar.  Pero decía que se lo tomaba en serio siendo rebelde.

Decantó sus votos para dejarlos donde estaban. Es lista. Y sabe lo que quiere. Entre sus placeres menores está quejarse. Y entre los mayores el sexo o pensar por libre.

El caso es que se compró todo el equipo. Hacía alaracas  en mi presencia y  cuando estuvo sola se hizo con una fusta y otros juegos. Luego ponía cara de dolida. Pero se lo pasaba bien, muy bien. Tanto que se puso más guapa y quería repetir.

Había velas y olía a sándalo donde sus estilizados tacones piqueteaban el suelo y sus jadeos encendían el ambiente. Además desea un espacio de encuentro como este donde ejercer de anfitriona.  Ahora sazona chats al uso. Se imaginan.

Lo cierto es que en la tercera sesión el tema se me fue más a la responsabilidad como señor y perdió mucho encanto. Lo primero la excitación del sexo me bajó hasta por las rodillas. Por añadidura las baterías se me quedaron a cero. Y mientras tanto ejercer el papel  de dóminus me parecía cada vez menos sugerente. Soy un tipo inquieto y difícil.

Una mañana me levanté y suprimí mi cuenta de correo y en la página web de bdsm asociada al personaje.

Ahora quiero cambiar de paisaje.

No me puse las botas ni a ella collar. No lleva un tatuaje con mi sello ni los piercings adornan su piel. Su educación es esmerada. Ha aprendido de la alfombra y el cuero, de posturas y tratamientos.

Tiene una sonrisa radiante. Tiene, también es verdad, una cabeza procelosa y habilidades prestidigitadoras. Vamos que revuelve las señales con desmesurada agilidad y acabas en Teruel pensando que vas a Cuenca.

Una de las cosas que más me gusta de este contexto es que siempre hay una puerta abierta cuando uno quiere salir. Curiosamente, soy yo quien se levanta y la franquea.

Confieso que pasaré a ver qué han dicho.

Les dejo con ella. Se llama Judith.

Y siempre fue la estrella.

Están en buenas manos.

HASSO.

martes, 22 de enero de 2013

Repasando mis votos

Mi señor,

Durante este tiempo de adiestramiento y prueba como vuestra sumisa, muchos han sido los momentos de duda y resistencia, de cuestionamiento y errores repetidos, y por lo tanto mucha ha sido la disciplina debidamente impuesta y recibida, pero ha sido mucho mayor el placer obtenido de vuestro buen hacer en formas e intensidades desconocidas para vuestra sierva.

Tras nuestro primer encuentro me pedisteis redactar unos votos donde concretara mi entrega consciente y voluntaria a vos, y lo hice, pero bajo vuestra tutela he tenido que revisarlos en repetidas ocasiones, y creo que el inicio de este espacio de diálogo abierto es un momento oportuno para repasarlos nuevamente…

“Mi señor, soy vuestra esclava y como tal os venero.
Mi cuerpo, mi voluntad y mi deseo son vuestros, usadlos a placer.
Recorred mi piel con suavidad o dureza, 
pues agradeceré las marcas que me dejéis.
Besad mis ojos, lamed mi boca, morded mis pezones…
las partes de mi cuerpo que bauticéis con vuestra saliva serán benditas.
Ordenad que me engalane o me desnude, que me incline o me exhiba para vos,
yo me excitaré ante la proximidad de vuestro tacto,
me mojaré al roce de vuestra piel y al olor de vuestro deseo,
me dejaré hacer y gritaré de placer satisfecho.
Poseedme donde os plazca y si me resisto tomadme a la fuerza,
porque no me es lícito negaros nada.
Regadme con vuestra sabia, esparcidla por mi rostro y mis pechos,
por mi vientre y mi sexo, dádmela de comer para que pueda saborearos.
Atadme, azotadme, amordazadme,
cualquier cosa que os apetezca la disfrutaré a vuestra manera
porque nada hace más feliz a vuestra sierva que llorar por daros placer.
Soy vuestra puta, vuestra adoradora, vuestra amiga, vuestra hermana…
soy y seré lo que deseéis de mí y estaré agradecida por poder complaceros.
Retadme y provocadme, y si me rebelo castigadme como merezca
pues mi señor es justo y sabe lo que me conviene,
y yo no os pediré nada a cambio porque ni lo merezco ni lo necesito.
Soy vuestra esclava y vos sois mi señor…”

Todavía me estremezco cuando los leo, pues recuerdo las múltiples ocasiones en las que he roto mis votos, pero también todas aquellas en las que con placer o dolor los he respetado, mostrándoos con ello mi devoción por vos.

Os he entregado mi cuerpo y mi deseo, pero mi voluntad aún intenta imponerse algunas veces a la vuestra, de frente o por la retaguardia, aunque siempre estáis alerta y no me permitís ganar el pulso con carantoñas ni pucheros.

De vuestra mano he aprendido nuevos niveles de excitación y conceptos inabarcables de orgasmo brutal, en los que mi cuerpo se siente estallar, el dolor reactiva todos mis sentidos y el deseo me recorre en latigazos que me hacen doblar de placer. Momentos en los que el tiempo se detiene y siento como me enloquecen de igual manera el calor de vuestro aliento en mi cuello y la más dura de las penetraciones contra la pared. Todo me lleva al abismo y me devuelve con la marea a vuestros pies.

Y habéis sabido disciplinarme a conciencia y con determinación, y vuestras huellas en mi piel y esa sensación placentera de dolor cuando las recorro me recuerdan que la ausencia no disminuye vuestra autoridad sobre mí. A menudo las he disfrutado pero otras me han dolido, mucho, y he tenido que apretar los dientes para no gritar y jadear profundo para no llorar, y hacer uso de toda mi voluntad para permanecer quieta esperando el próximo golpe… y esa experiencia me ha enseñado de la fortaleza del sometimiento y de la valentía de la entrega.

Sé que me comprometí a ser lo que desearais de mí y sentirme agradecida por ello, pero me cuesta asumir algunas de vuestras exigencias y os incomodo con excusas inútiles para justificarme. También os reconozco el privilegio de definir los límites de la relación y de darme solo aquello que creáis que necesito o me conviene, aunque sé que os he demandado más cuando no he tenido bastante.

Pero os habéis mantenido firme, y a pesar del dolor de la aparente incomprensión e indiferencia, me habéis sostenido de forma imperceptible hasta que he podido aceptar mis deseos y condición, y entender que no es a vos a quien me resisto porque no me forzáis a nada, sino a mi propia conciencia de querer entregaros mi voluntad.
Y ahora mi sonrisa es más sabia, mi ser más brillante y mi goce más pleno.

Así que os agradezco profundamente vuestra paciencia y tolerancia, y os confieso que todo mi ser me grita que deseo ser vuestra sumisa.

JUDITH