El instinto depredador de Judith lo percibe con alarma. Yo me resistía a
creerlo pese a las evidencias avasalladoras.
En principio tenía todos los
ingredientes para el éxito. Una fantasía sexual envuelta en el fetichismo, con
la libertad de someterse o dominar como
fondo. Con este carácter un tanto señorial que tengo resultó tentador. Se
ofrecía sierva, que no sé si es una manera moderna de ligar. Pero decía que se lo tomaba en serio siendo
rebelde.
Decantó sus votos para dejarlos donde
estaban. Es lista. Y sabe lo que quiere. Entre sus placeres menores está
quejarse. Y entre los mayores el sexo o pensar por libre.
El caso es que se compró todo el equipo.
Hacía alaracas en mi presencia y cuando estuvo sola se hizo con una fusta y
otros juegos. Luego ponía cara de dolida. Pero se lo pasaba bien, muy bien.
Tanto que se puso más guapa y quería repetir.
Había velas y olía a sándalo donde sus
estilizados tacones piqueteaban el suelo y sus jadeos encendían el ambiente.
Además desea un espacio de encuentro como este donde ejercer de
anfitriona. Ahora sazona chats al uso.
Se imaginan.
Lo cierto es que en la tercera sesión el
tema se me fue más a la responsabilidad como señor y perdió mucho encanto. Lo
primero la excitación del sexo me bajó hasta por las rodillas. Por añadidura
las baterías se me quedaron a cero. Y mientras tanto ejercer el papel de dóminus me parecía cada vez menos
sugerente. Soy un tipo inquieto y difícil.
Una mañana me levanté y suprimí mi
cuenta de correo y en la página web de bdsm asociada al personaje.
Ahora quiero cambiar de paisaje.
Tiene una sonrisa radiante. Tiene, también
es verdad, una cabeza procelosa y habilidades prestidigitadoras. Vamos que
revuelve las señales con desmesurada agilidad y acabas en Teruel pensando que vas
a Cuenca.
Una de las cosas que más me gusta de
este contexto es que siempre hay una puerta abierta cuando uno quiere salir.
Curiosamente, soy yo quien se levanta y la franquea.
Confieso que pasaré a ver qué han dicho.
Les dejo con ella. Se llama Judith.
Y siempre fue la estrella.
Están en buenas manos.
HASSO.
Sabe Señor Hasso. Yo también me levanté una mañana y cancelé mi cuenta ..... Pero después volví. Con más ansia, desesperación y comprensión. Con más dudas y más miedos.
ResponderEliminarLe deseo suerte en su viaje.