Estos meses de experimentación vital me han forzado al silencio, en parte porque escribir requiere un tiempo que preferí dedicar a encuentros y desencuentros cargados de sensaciones y emociones de toda índole, pero sobre todo porque exige una calma en el ánimo que distaba mucho de disfrutar.
Y es que mi naturaleza está dotada de una curiosidad ansiosa que me impide renunciar a vivir intensamente los momentos que me regala el azar, así puedan resultar incompatibles o temerarios. De modo que me lancé sin red y me enredé en la fascinación de un deseo imposible y ausente que florece irremediablemente con una palabra o un guiño distante, y me dejé convencer por promesas de libertad afectiva y sexual hasta compartir con una pareja un juego que no tuvo final feliz, y la cómplice intensidad se hizo presencia donde encarnar el cuidado y la pasión, y donde volver a plantearme mi rol.
De modo que aposté alto… y aunque en algunos momentos pensé que lo había perdido todo, resultó que gané más de lo imaginado, pero tuve que pagar un alto precio de dolor y frustración, y superar la ceguera de la negación resistente a la evidencia de la realidad.
Así, la fascinación se maceró a fuego lento con silencio y soledad, y se transformó en ternura platónica y sin esperanza, con ciertas notas picantes de deseo insatisfecho… y cuando pensaba que era un cadáver lo que acunaba contra mi pecho aceptando entregarme a otras presencias que calentaran mi cuerpo y mi ánimo con atenciones reales, reapareció por un instante alimentando mi obsesión más allá de la traición y la culpa.
Y aprendí que no ser capaz de renunciar a nada te puede llevar a perderlo todo, pero que en ocasiones no se puede luchar contra el deseo…
Y entre esas presencias encontré a una pareja que me integró en su andadura, y disfruté del placer del juego compartido, del cambio de roles, de la bisexualidad erótica, y hasta del afecto gratuito… pero también de la manipulación provocada por los celos y la acusación mentirosa, de la desconfianza y el miedo, de la intensamente dolorosa renuncia y aislamiento.
Y aprendí que este juego involucra irremediablemente a los sentimientos, y que los buenos deseos no bastan para superar nuestros complejos…
Y le encontré de nuevo, tras tenerlo y dejarlo ir sin apenas darme cuenta, y la conexión física y mental resultó asombrosa y estremecedora, y la curiosidad y el juego se transformaron en complicidad y afecto, y se dio el encuentro y extendimos el tiempo hasta más allá de lo imaginable. Y nos conocimos, contemplamos, conversamos, acariciamos, poseímos, reímos y también lloramos, y sin aparente futuro nos reencontramos una y otra vez, y la tensión de lo efímero hizo mella en nuestro ánimo con pasión y dolor, y me sentí tantas veces amada como despreciada, pero cuando me lo pidió… acepté ser suya.
Y aprendí que si tienes suerte encontrarás a quien te muestre tu propio reflejo y te exija recomponer los pedazos rotos hasta lograr ser más tú…
Me confieso adicta a las relaciones imposibles en las que puedo volcar mi pasión sin temor al compromiso, y que me protegen de un abandono motivado en mis pocos méritos.
Y reconozco en mí la fuerza para renacer de las cenizas aprendiendo de lo vivido y lo perdido, sin renunciar a la ternura y la inocencia.
Y es que en la vida cuando apuestas alto lo puedes perder todo… o no.
Repetiras la historia y tus mismos Errores.Suerte
ResponderEliminarAfortunadamente, sumisa indiscreta, sabes disfrutar del camino, y no de las metas que los mortales nos fijamos. ¿Qué es una vida sin apuestas?. Ojalá se repita la historia con 1001 matices diferentes que te impelen a seguir viviendo, porque no hay una apuesta igual, ni una pérdida real...
ResponderEliminarSiempre tendrás un "...o no" porque seguirás tu sublime camino.